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"No pretendas apagar con fuego un incendio, ni remediar con agua una inundación” Confucio
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El acto de vivir o morir
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By: Nicolai Andretti El silencio se dejo escuchar y reventando tímpanos y descascarando las paredes sucias y mudas del penal. Jan intentaba concentrar su atención en la partida aunque ni en la soledad de su celda era capaz de desprenderse de la cruda realidad; el estaba viviendo la realidad del miedo, compartía su espacio entre algunos de los mas temibles criminales, matones y asesinos. No en vano habitaban la ultima esclusa antes del infierno. Eso de propiciar un torneo en medio de un centenar de truhanes era cosa de haberse pensado con mucha atención, pero el ímpetu de Jan era desbocado y no aprendía muy a pesar de los múltiples reveces que había soportado en su loca carrera por la vida. Fue su médula la que primero experimento la tremenda sensación de perder el contacto auditivo con la realidad y pasaron algunos segundos antes de absorber ese silencio maligno y peligroso; Ya conocía de atrás ese silencioso y frió demonio. Sus fibras se tensaron mientras percibía unas pisadas silenciosas que se acercaban rasgando el aire. Alerta; pero lo mas particular fue que el motivo de la alarma era producto de la curiosidad y quizá, de la morbosidad lo que le impulso a darse vuelta para abandonando la partida y dar al menos una mirada en busca de la razón de tan sorprendente silencio. Antes de entender las miradas frías y fijas, que en su dirección expresaban todo tipo de emoción; desde las más aterradas y temerosas a las impávidas y casi se podría decir ansiosas de acción y depravación. La depredación del arbitro de ajedrez era inminente, ya se habían otorgado los permisos necesarios pera el crimen y los dueños del patio habían aceptado la garantía que ese tipo era pan comido. De los seis autorizados quizá, no se requerían mas de un par de puñaladas para dar por zanjada cuestión que no era otra de una supuesta falta de criterio a la hora de arbitrar alguno de esos partidos de "chess" y la mala aptitud para asumir una derrota deportiva acarreaba la muerte o del contrincante o del arbitro; quien precisamente estaba unos pocos milímetros de la afilada punta del mata-ganado que esgrimía.... El Gordo; así le decían y para todos era el dueño del patio. Este patio era la ultima esclusa antes del infierno o sea el patio cuatro; cuentan que una noche sonaron de golpe todas las rejas del edificio y al grito de... nadie con vida, comenzó la carnicería mas desproporcional que se haya visto. Entre gritos y alaridos los despavoridos reos corrían de un lado para el otro esquivando certeras puñaladas que la guardia del gordo prodigara a cuanto individuo respirara. La batida continuaba pasillo por pasillo y piso por piso dejando tras de si cuerpos diseminados a diestra y siniestra, algunos degollados, otros simplemente con las tripas en la mano sollozaban su muerte. los mas afortunados no alcanzaron a darse cuenta cuando la muerte los alcanzo de espaldas al mundo y los certeros relámpagos de venganza los mandaron silenciosamente al otro mundo. Su camisa de la suerte recibió en impacto directamente y comenzó a sentir la humedad que inundaba su espalda y bajaba perdiéndose en los pliegues del pantalón; esto algún significado tendría pero Jan se negaba a prestarle mas atención que la incomodidad que fluía. En el fondo de su conciencia estaban encendidas todas las alarmas, pero lo mas importante era personificar la calma y el control; asumir estos papeles eran la verdadera garantía; Jan, siempre pensaba que todo estaba en la mente; si uno se concebía bien, uno estaba bien. El escenario estaba dispuesto, todos los actores en sus puestos y prestos a personificar a malándros y sicarios, a tipos decentes y aterrados que con sus espaldas pegadas de las paredes no perdían ni menor movimiento en todo el patio, su expectativa resumía el miedo y como no podían desaparecer solo harían el papel de estatuas vivientes o quizá, morientes. Luego de devolver con una efectiva coz, al puro estilo equino; mando por tierra al contrincante y mientras su cerebro trataba de hacer un inventario y presagiando su integridad, rogaba muy en silencio que su padre no habría de permitir que uno de sus favoritos fuese a sucumbir en tan insensatas circunstancias, sin haber concluido su misión en este mundo. Y lo que inmediatamente hiso fue despojarse de sus zapatillas, no podía tolerar que en el peor de los casos; como viera en otras ocasiones a pobres moribundos despreocupados de su inminente muerte y pendientes de alguno de sus zapatos perdidos en la batalla. Sintió el vivificante frió del pavimento bajo sus pies y desde el sucio suelo del penal absorbió el poder que todo el cosmos le regalaba y alzo poderosamente la voz para enfrentar a su enmudecido auditorio. Habían despertado a un león. El patio era solo cientos de espaldas pegadas a la pared Y Jan en medio de él. Se fue desprendiendo de su ropa mientras giraba observando en busca de cualquier señal que pudiera revelarle incluso el menor pensamiento de esa horda de truhanes que no podían despegar sus miradas de este hombre que osaba enfrentar la muerte y la ley sin el menor asomo de miedo; en sus mentes estos sucesos quedarían grabados por el resto de sus miserables vidas. A estas alturas del duelo y mientras Jan encontraba entre la multitud las miradas que evidenciaban a los cómplices del atentado, su mente iba adquiriendo tal grado de lucidez que se sorprendió sabiendo que en esos momentos; El era el dueño absoluto de la situación y del mismo penal. Atisbo de reojo la imagen del gordo que resguardado en el fondo de su tienda no acertaba a dejarse ver, Ya había mandado a sus esbirros en procura de restablecer la calma, pero nadie osaba acercarse a Jan que solo en medio del patio invitaba a los temerosos cómplices a enfrentarlo de frente; a lo macho, ahorrándoles el sin sabor de la cobardía. Jan sabia que estaba jugando con candela y mientras representaba el acto del valor en el fondo de su ser estaba cagado de miedo; pero el era un buen actor, si cabe la palabra. Su vida siempre había sido una mentira bastante bien contada y esperaba si no aplausos, si salir con vida de tan miserable antro. Pero errar es humano y también es cierto que la vida al igual que todo en la vida se pierde por error. Después de tantos días grises y lluviosos y después de tanto frió y odio, un radiante sol desplegó sus dorados rayos sobre la cabeza de Jan que cada segundo se sentía mas huérfano y solitario. Esa dorada corona canicular trajo también un cambio en olor del aire y los cientos de rostros malicientos adquirieron un deje de esperanza y Jan percibió desde sus sentidos sobre volteados que era el momento de cambiar de personaje. El desenlase era inminente y el momento de ajustar cuentas o vengarse del oprobio o tal vez simplemente sentar un precedente solo dieron paso a una profunda venia que acompañada de su mejor sonrisa dio por entendido a todos los presentes que el vencedor era el y que otorgaba el perdón. Y como por arte de magia aparecieron desde todas las puertas y rejas los familiares guardias que nunca se supo porque se ausentaban esporadicamente, pero lo increible de esta historia estaba por suceder y en ese instante se oyó su nombre voceado por uno de ellos acompañado del mas bello comentario jamas escuchado... boleta de libertad.
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